Por RELACIONESABIERTAS
Cuando recién comencé a abrir la pareja una de las cosas que más me costó fue transitar el momento en que mi pareja iba a verse con otra persona.
Pasaba largas horas pensado cómo hacer para no ponerme mal el día que él se iría a disfrutar con otra persona. Pasaba muchas horas pensando cómo solucionarlo.
Al principio me costó entender que me ponía tan mal porque estaba sintiendo celos. Cada vez que mi pareja se iba con su otra pareja pensaba cosas como:
Todo se encaminaba siempre a la misma frase: “Te va a dejar”
Estaba todo el día tensionada pensando en estas cosas, no dejaba de preocuparme. Comencé a esbozar una solución o por lo menos a arrimarme a algo que parecía una solución. Me escribí a mi misma:
La cuestión es simple. Simple para razonar pero no para sentir. A ver… la razón es una cosa y los sentimientos otra. Puede que vos con tu cabeza llegues a conclusiones lógicas que tus sentimientos no perciben, por ejemplo: yo sé que me ama, por tal y tal razón pero sé también que ama a otras personas y SIENTO cierta amenaza que deriva en ataques de enojo, llanto o tristeza. Es como si con la cabeza supiera que me ama pero con el corazón sintiera angustia. Es muy importante hacer esta división porque cuando me agarra un ataque, visualizo esto y me calmo.
¿Por qué me SIENTO así? Evidentemente uno viene con un bagaje de costumbres que no es fácil sacarse de encima. Desde pequeña yo supe que el amor era uno a uno, si entra otro el primero se va. Mis sentimientos toman ese concepto y tratan de amoldar la situación presente que obviamente no encaja. El concepto nuevo creado en mi cabeza y en el cual yo creo es que amar a dos personas lo que no significa descartar a una por otra, pero es como si mi cabeza fuera más rápido que mis sentimientos creados con respecto al concepto anterior.
O sea, lo que siento es viejo…. está anticuado… ya no se adapta a esta nueva forma de pensar sino que responde a la primera de las formas y el problema es que para esta nueva forma de pensar todavía no tengo sentimientos creados, mi cabeza no está acostumbrada a pensar así y le cuesta crear nuevos sentimientos de defensa.
Los sentimientos no están mal, son una especie de “llamado de atención” para no tener que pensar tanto, porque sino nos volveríamos locos. Por lo tanto a la primera amenaza surge un llamado de atención, que se siente, no se piensa. Tu sentir corresponde a una forma vieja de pensar, te sentís amenazada por algo que no tiene que ver con las ideas que defendés ahora.
Por todo esto es que atacar el sentimiento está mal, porque nunca lo vas a voltear, lo que tenés que atacar es tu forma de pensar y revisarla día a día (Literalmente. Pensar todos los días que esta es tu elección y los fundamentos que tuviste para elegirla.) para generar nuevos sentimientos que ahora sí, correspondan con esta nueva forma de pensar. Revisar premisa por premisa, usar la lógica, acostumbrarte a revolver en tu cabeza cada vez que tengas un ataque, en tu cabeza, no en tu corazón, porque acordate que tu corazón está pasado de moda… ya no se adapta.
Es por esto que una de las herramientas prácticas que pude visualizar era asociar el momento en que mi pareja salía con su pareja con algo agradable y no con algo feo.
Comencé a idear planes entretenidos para los momentos en que sabía que ellos se iban a ver. Le pedía a mi pareja que me avisara con tiempo cuándo sucedería esto porque me ayudaba a prepararme mejor.
Ya no me quedaba en casa llorando cada vez que se iba, sino que salía con amigas, iba a algún lugar que quería ir hace tiempo y paseaba. Dentro de estas actividades hubo una que me ayudó mucho: salir con alguien que me gustaba, disfrutar yo también de esta nueva etapa de apertura sexoafectiva. ¡Y claro! En esos momentos era cuando más entendía todo, porque realmente me daba cuenta que por más entretenida, excitada o enamorada que estaba, no quería dejar a mi primer pareja, sino todo lo contrario, quería volver y abrazarlo.
En todo este proceso también me sentí muy tonta porque había algo que no me dejaba descansar en paz: estaba dándole prioridad a la actividad y a la vida de otra persona antes que a la mía. Por ahí, pasaba horas pensando qué harían ellos dos, en lugar de pensar qué podía hacer yo para estar mejor. Era como si de repente tuviera más importancia si ellos dos salían que si yo salía. Como si fuera más importante si ellos dos estaban juntos que si yo progresaba en mi trabajo, en mis estudios y hasta incluso si disfrutaba de la compañía de alguien. Me di cuenta que me estaba dejando mucho de lado. Me arrepentí. Me angustie por haber perdido el tiempo pero después de todo este trance comencé a priorizarme y las cosas comenzaron a salir mejor.