Por RELACIONESABIERTAS
Me parece que durante mucho tiempo el concepto de libertad imbuido en los discursos sobre relaciones libres ha sido un concepto estrictamente individual y, por qué no, liberal. Yo misma he rebatido muchas veces esa crítica, pero debo admitir hoy, después de algunas lecturas más y algunos años de vivencia no-monogámica, que de hecho jamás se dejó lo suficientemente claro que cuando hablamos de libertad debemos tener en cuenta la libertad colectiva, no individual. La gran utopía por detrás del ideal de las relaciones libres es la disolución de la familia nuclear patriarcal tal como la conocemos hoy en nuestra sociedad, en dirección a la construcción de fuertes lazos afectivo-sexuales, de intimidad, seguridad y confianza, que sobrepasen las estrechas limitaciones de la tríada papá-mamá-criatura.
El modelo familiar nuclear es virtualmente incestuoso desde el punto de vista afectivo, justamente por causa de esas limitaciones, que no dejan a los individuos muchas opciones de inversión afectivo-sexual en otras figuras que no sean sus padres, de ahí la vieja historia psicoanalítica del triángulo de Edipo (pienso aquí con Reich, Deleuze-Guattari y Foucault). El problema de eso es que junto con la triangulación edípica viene cierto modo de subjetivación liberal/patriarcal, que ciertamente tiene sus alternativas aquí y allí pero que se insinúa persistentemente en nuestra cultura. De modo muy general, el mundo en que vivimos dificulta el desarrollo de lazos afectivos más comunitarios que podrían ofrecer otros modos de subjetivación más enfocados hacia la producción de la vida colectiva que de la vida privada, y en parte esa dificultad se debe al encapsulamiento de las familias nucleares dentro de sus dramas internos. La aparición del divorcio, de los derechos LGBT, de los derechos de las mujeres en general y las mono-parentalidades ha flexibilizado ese modelo. A medida que las relaciones libres se suman de manera más directa y radical a esos cambios, se pretende en última instancia descaracterizar la familia nuclear hasta que ya no tenga sentido hablar de la familia propiamente dicha. Pero la gran cuestión es que para que el modelo utópico de las relaciones libres se haga realidad es necesario presuponer una transformación radical de todo el sistema socioeconómico en que vivimos. Nuestras relaciones no serán realmente libres mientras nosotrxs mismxs no lo seamos. Y no nos engañemos, no somos libres en el capitalismo.
¿Hasta qué punto, a nivel individual, podemos “deconstruir” (palabra que encuentro detestable…) esas determinaciones de nuestros modos de relacionarnos? ¿Conseguiremos no ser tan auto-centradxs, ejercer la empatía, el cuidado, la responsabilidad para con las personas con quienes nos vinculamos? ¿Una vez que la libertad se comprende como colectiva y no individual, qué significa hablar de relaciones “libres”? Vean lo problemática que es esta afirmación hecha por la Red Relaciones Libres RS: “Nuestra mayor dificultad es que esta visión [RLi] presupone personas muy libres, no posesivas y no celosas”. ¿Existen personas que son “muy libres” y otras que no? Enseguida afirman que nuestra cultura se opone por todos lados a la concepción de las relaciones libres, con lo que concuerdo, pero rematan el pequeño parágrafo diciendo que en la Red RLi/RS es fácil encontrar a esas personas muy libres.
Para las mujeres es muy difícil hacer de esto una jugada de marketing personal mientras abunde tanto el slut-shaming en nuestra sociedad. Pero justamente por eso tenemos que dejar atrás ese discurso de la “persona muy libre”, como si ser libre fuera una característica individual de algunas personas muy especiales. Parece que nos estuviéramos vendiendo como productos cuya calidad “ser muy libre” nos diera una ventaja “en el mercado”. Quienes se benefician de esto son los hombres cis, con su facilidad para hacer de las ideas y prácticas más revolucionarias nuevas formas de viejas opresiones. Es aquel discurso del “nice guy”, desconstruído, “libre”, pero que entiende la libertad como “yo hago lo que quiero y vos no tenés nada que ver” y en nombre de su derecho a la libertad comete todo tipo de abusos con las personas con quien se relaciona. Pero nosotras no ganamos nada con eso, el marketing no nos sirve. Más grave aún, refuerza la reducción de toda nuestra afectividad al nivel individual, como si a partir del momento en que nos ponemos en la frente el sello de “persona libre” estuviésemos obligadas a lidiar en soledad con nuestros dolores y nuestras inseguridades, una vez más solas, y como si las mujeres con quienes nos relacionamos no pasaran por algo semejante (recordemos a Audre Lorde, aunque nuestras corrientes sean diferentes, el hecho es que hay corrientes).
Tristes tiempos aquellos en que hay que decir lo obvio, pero una relación presupone, como mínimo, más de una persona. Podemos y debemos pedir ayuda a esa(s) persona(s), podemos y debemos ayudarla(s). Una relación libre no es una relación superficial, sin vínculo y sin responsabilidad: esas cosas son parte de aquello de lo que queremos liberarnos. Adherir a las relaciones libres significa comprender, escuchar, cuidar, respetar, en fin, asumir la responsabilidad por lo que hacemos teniendo en cuenta que nuestras acciones van a afectar, a veces profundamente, a las personas que están con nosotrxs. Este es el punto: no necesitar esconder o reprimir nuestra sexualidad, poder ser transparentes en relación a nuestras intenciones y deseos, humanizar las relaciones sacándolas de la lógica del mercado y del criterio del Estado. Veamos la cuestión de los celos, por ejemplo, que siempre aparece: es imposible no sentir celos, es muy diferente de la posesión y para las mujeres suele tener más que ver con una inseguridad bien fundamentada que con alguna paranoia de control posesivo. Estadísticamente hablando, no somos nosotras las que matamos o golpeamos por causa de la pérdida, posible o real, de las personas que tratamos como objetos de posesión, pero aun así somos nosotras las que somos tildadas de “celosas histéricas”. Una vez más, esa lógica masculina no nos sirve – especialmente en una relación entre dos mujeres podemos deponer las armas contra la posesividad, la cuestión es otra (pero está claro que cuando de hecho una de las dos mujeres en una relación estuviese reproduciendo un comportamiento machista hay que procurar ayuda para ambas). Una mujer negra que tiene miedo de ser abandonada en favor de una mujer blanca está en todo su derecho y razón de cuestionar a su compañero o compañera sobre eso – en realidad, tal vez ese miedo no debería ser llamado celos. No hay que simplificar los casos de mujeres trans, neuroatípicas, con hijxs, u otros casos y situaciones de mujeres que tienen demandas específicas.
Es muy común que traigamos mucho equipaje a nuestras relaciones, eso debe ser comprendido con cuidado.
La libertad no es lo opuesto a la responsabilidad afectiva, al contrario, conjugar las dos cosas es estrictamente necesario para que las relaciones libres sean en la práctica lo que pretenden ser en la teoría: una posibilidad de emancipación y no una forma más de opresión.
Fuente:https://amoreslivres.wordpress.com/2016/06/05/nao-existe-relacao-livre-sem-responsabilidade-afetiva/
Traducción: Amor Libre Argentina