Por RELACIONESABIERTAS
Todos le preguntan a mi familia poliamorosa cómo manejamos los celos. Es fácil, porque no es así como funciona.
La primera pregunta que le hacen a mi familia poliamorosa es “¿Cómo manejan los celos?” Perplejos, contestamos, “¿Qué celos?”
Tengo suerte; vivo con los dos amores de mi vida. Estoy enamorada de mi esposo desde hace 16 años, y adoro a mi compañero de cuatro. Los tres dependemos y nutrimos al resto; somos una familia. Cuando mi compañero y yo no habíamos tenido una cita hacía bastante tiempo, mi esposo nos alentó a tomarnos unas vacaciones en un museo de arte, sabiendo cómo nos conecta lo visual. Cuando mi esposo y yo caímos en un nudo emocional al discutir nuestros problemas, mi compañero nos ayudó a solucionarlos y a reconciliarnos. Y cuando estaba eligiendo los regalos de Navidad, le dí a los aficionados a la comida en mi vida un tiempo para vincularse durante una clase de pequeños platos de comida japonesa.
La literatura existente de poliamor fomenta soluciones individuales para los celos. Los gurús del poliamor como Dossie Easton (“The Ethical Slut”), Deborah Anapol (“Amor Sin Limites”) y, más recientemente, Franklin Veaux (“More Than Two”) defienden la responsabilidad personal como una solución a la inseguridad. Tenés que “trabajar” tus celos, asegurándote de no “controlar” a tu pareja, todo eso mientras mirás la experiencia de los celos a través de una lente de crecimiento personal. Mi familia nunca tuvo que depender de estos métodos individualistas porque los celos son un problema social, no uno individual, y también lo son las soluciones.
La prescripción de métodos individualistas para la gestión de los celos no es nada nuevo. Su origen se remonta a la caída de la economía familiar en los siglos 18 y 19. “Celos: La Evolución de una Emoción en la Historia Americana” de Peter N. Stearn sostiene que antes del siglo 18 en EE.UU. y en Europa, los celos eran mucho menos problemáticos. Al vivir en comunidades sociales y económicas muy unidas con roles prescritos, no había lugar para los miedos de perder a la pareja a rivales. Los equipos de marido y esposa estaban divididos en unidades (en vez de dos individuos) incrustados en una estructura comunitaria. Claro, los individuos no tenían mucha autonomía, pero tenían una seguridad de saber que su unidad de relación conyugal era reconocida, apoyada y respondía a la comunidad.
Con el cambio de las instituciones basadas en la familia, y la comunidad, para emprender el trabajo en entornos urbanos, las familias de clase media empezaron a funcionar dentro de las esferas separadas por género (las mujeres estando relegadas a la casa). Los cónyuges se superponían menos en la vida diaria, lo que significaba menos apoyo, monitoreo y reconocimiento comunal de las relaciones. Es ampliamente reconocido que el surgimiento de una economía capitalista causó que las mujeres perdieran el poder económico y social en relación con los hombres. Pero el surgimiento de distintas esferas también privó tanto a las mujeres como a los hombres del apoyo comunal hacia sus relaciones, lo que había hecho que los celos no fueran un problema.
El siglo 20 vio el reingreso de la mujer en la esfera económica, lo que incrementó las oportunidades para las mujeres y los hombres para hacer elecciones individuales en cuanto a la educación y al empleo. Estas nuevas ganancias económicas para las mujeres fueron acompañadas por el problema cada vez más molesto de los celos. A diferencia de la economía familiar en donde los cónyuges trabajan dentro de la misma comunidad, ahora las parejas pasaban el tiempo separados, en instituciones educativas y laborales mixtas, con mayor disponibilidad de potenciales parejas alternativas. Y mientras que el aumento en la idea del amor romántico durante este período de tiempo calmó algunos celos, fue un pobre sustituto del completo apoyo comunal que había previamente hacia las relaciones.
Entonces, si los celos surgieron del cambio de enfoque en la comunidad (gemeinschaft) a la sociedad (gesellschaft), ¿qué podía hacer nuestra nueva sociedad capitalista e individualista? Bueno, transformar esos celos en inseguridades que se pueden domar a través del autocontrol.
Rápido, adivinen el período de tiempo de las siguientes citas:
El primero es contemporáneo, tomado de la biblia poli “The Ethical Slut.” El segundo es de un manual de consejos para relaciones convencionales del 1950, y el tercero es un comentario de Margaret Mead en el 1930. Tengan en cuenta que sólo la primer cita se dirige a una audiencia no-monógama. Los consejos sobre celos en el poliamor no son radicales cuando se miran desde esta perspectiva; simplemente es parte del contexto más amplio del siglo 20 de demonizar los celos y demandar responsabilidad personal para su erradicación. En lugar de localizar los celos dentro de los cambios estructurales de los siglos 19 y 20, ha habido una tendencia errónea de mirar hacia adentro para sus causas y remedios.
Pienso en mi vida hace cuatro años cuando formamos nuestra familia poliamorosa por primera vez. Mi nuevo novio estaba sorprendido de que él no sintiera celos de mi relación de 14 años con mi esposo. Se sintió apoyado y bienvenido a nuestras vidas, y deseaba comprometerse con nosotros, pero la ausencia de celos lo dejaba perplejo. ¿No surgen naturalmente los celos cuando una pareja tiene otra pareja?, se preguntaba. Esperó alrededor de un año antes de comprometerse, en caso de que surgieran los celos. Estaba esperando a Godot.
Los tres nos conocimos en un club de cine y pareció que nos “comprendimos” instantáneamente. Nuestra plática consistía en Bourdieu, en ecuaciones de Navier-Stokes y en Henri Cartier-Bresson. La compatibilidad fundamental que tuvimos fue sin esfuerzos y nos reímos juntos como niños. Fue esta comprensión fundamental mutua la que le permitió a mi novio “ver” nuestro matrimonio de una forma que pocos otros podían hacerlo. Tener la intimidad de nuestro matrimonio reflejada de tal forma tan matizada y perfecta se sintió estupendo. Del mismo modo, la profundidad de la intimidad de mi esposo conmigo le permitió reconocer el raro confort y la emoción de sentirse en casa que sentía con mi novio. Mi esposo proporcionó una de las pocas fuentes de apoyo y reconocimiento que teníamos mi novio y yo en ese momento de nuestra relación en ciernes (pero primero, secreta). También estuvo ahí para nosotros cuando hicimos nuestra relación pública por primera vez a los confundidos familiares y amigos. Mientras que muchos expresaron preocupaciones de que esta nueva relación conduciría a la destrucción, mi esposo nos dió tarjetas de aniversario y nos dijo que éramos una pareja rara y especial.
Eric Widmer, un sociólogo en la Universidad de Geneva nos muestra que la confianza en una relación diádica es influenciada por la densidad de la configuración social más amplia en la que está incrustada. La investigación indica que la gente se siente más cómoda cuando las personas con las que son cercanas también son cercanas entre sí, lo que es denominado transitividad. Esto con el tiempo conduce a redes densas, donde el número de conecciones entre sus miembros se acerca o iguala al número de potenciales conecciones. En mi familia poliamorosa había tres potenciales relaciones diádicas y todas se han llevado a cabo ya sea a través de relaciones amorosas (mis compañeros y yo) o de amistad cercana (entre mis compañeros). Una densa red social cohesiva permite un mayor grado de confianza entre dos de sus miembros. La red social más amplia de mi familia de amigos y familiares varía en su transitividad con nosotros. Pero sólo la cohesión dentro de nuestra familia inmediata empieza a dar cuentas de lo que aparenta ser una sorprendente falta de celos.
Stephanie Koontz, en una entrevista para un artículo de Salon, postula que es poco probable que institucionalicemos la no-monogamia porque “no somos la clase de sociedad que tiene muchas relaciones cercanas muy unidas con un sentido de interdependencia que existan en todo el ciclo de la vida.” Estoy de acuerdo. Nuestra sociedad se ha estado alejando de este tipo de estructuras de por vida por más de dos siglos. No es muy probable que las familias poli con compromisos de por vida como la nuestra se conviertan en la nueva norma porque no reflejan las estructuras sociales y económicas contemporáneas particularmente bien. En una sociedad caracterizada por el individualismo neoliberal, las mejores oportunidades las tienen las personas que pueden ser geográficamente móviles y que están dispuestas a gastar largas horas en educación y carrera personal. Dado ésto, coordinar las oportunidades individuales de dos (o más) parejas a través de compromisos de por vida de cualquier tipo no tiene mucho sentido económico.
De todas formas, la mayor parte de la literatura de asesoramiento del poliamor no aboga por redes interdependientes de por vida. Su marca de poliamor es la libertad individual arraigada en la responsabilidad personal y la autorrealización, lo que encaja mucho mejor en nuestra estructura de oportunidades neoliberal actual. Un entrevistado de “The Ethical Slut” lo dice mejor:
“Mi estilo sexual abierto me da libertad personal, independencia y responsabilidad en una forma que no sucede al estar en una pareja exclusiva. Porque soy responsable, cada día, de que mis necesidades sean cumplidas (o no), y de crear y mantener las relaciones de mi vida. No tomo nada por sentado… y así es como este estilo de vida me da un sentimiento de individualidad muy concreto que puedo recrear cada día.”
Esto es “individualismo expresivo” (a lo “Hábitos del Corazón” de Bellah) en su máxima expresión. La literatura de asesoramiento del poliamor se empapa en un mar de autorrealización de clase media, donde los solicitantes expresan su auténtico ser a través de decisiones individualizadas sobre relaciones. Al igual que el movimiento del potencial humano de la década de 1960, el propósito de las relaciones en el poliamor es contribuir al crecimiento personal de uno y permitir a otros la libertad individual de hacerlo lo mismo. Este enfoque individualista a las relaciones también es “conveniente” porque permite a las parejas ser prescindibles si encontramos mejores oportunidades psicológicas o económicas en otro lugar. La experta en poliamor Deborah Anapol describe este llamado nuevo paradigma como uno en dónde el propósito de las relaciones es “promover el desarrollo psicológico y espiritual de las parejas”, lo que contrasta con el “viejo paradigma”, que dice que “espera que los miembros de la familia reemplacen sus deseos individuales por agendas grupales.”
Como un sitio web de asesoramiento poliamoso afirma sucintamente, “el poliamor alienta, permite, y casi exige que seas un individuo en primer lugar.”
La investigación sobre el poliamor indica que los participantes tienden a ser profesionales altamente educados. Según el psicólogo Hazel Markus, esos profesionales tienden a un “modelo independiente de acción” donde las acciones son percibidas como de libre elección e independiente de los demás (vs. los estadounidenses de clase trabajadora que ven sus acciones como interdependientes de los demás). Por ejemplo, en una organización de trabajo, los empleados de clase media-alta tienden a tener amplias redes de colegas que trabajan en estrecha colaboración pero que cambian de configuración de un proyecto a otro. Sin un grupo pequeño y consistente de trabajo, estos empleados tienden a pensar en sí mismos como agentes individuales, con un sentido de acción (dentro de las limitaciones organizativas) de elegir proyectos y colegas. Suena bastante fantástico, ¿no?
Pero, ¿qué pasa si aplicamos este modelo de acción independiente a las relaciones amorosas? El poliamor refleja y toma aún más lejos la aplicación de los principios del libre mercado a más y más esferas de nuestras vidas. ¿Por qué no en el amor? Porque mientras que cambiar de redes de colegas es una cosa, en un contexto de amor y sexo, esas reconfiguraciones son bastante difíciles para el corazón.
Podemos aprender algo acerca de lo que pasa cuando aplicamos el individualismo a las relaciones emocionalmente estrechas de las comunas en los años 1960 y 1970. Resulta que la mayoría de estas tan llamadas comunas no eran exactamente “comunales”. La investigación del sociólogos como las de Stephen Vaisey y de Rosabeth Moss Kanter indicaron que una creencia compartida de libertad individual no es suficiente para crear una identidad colectiva o un “sentimiento de nosotros”. Estas comunas que enfatizaban la creencia del “hacé la tuya” fallaban en crear un compromiso hacia algo más grande que uno mismo donde los miembros cambiaban con frecuencia y no duraban mucho.
Del mismo modo, Elisabeth Sheff, autora de “El Poliamorista de al Lado”, encuentra que las redes poliamorosas íntimas tienden a cambiar tanto en las formas de las relaciones como en sus miembros dentro de unos pocos meses a varios años. Tales cambios hacen que sea más difícil establecer el tipo de redes densas interconectadas que conduce a la confianza entre los miembros.
Mi hipótesis es que mientras más cambios ocurran en una red poliamorosa, más celos ocurren, lo que a su vez requiere un mayor grado de control individualista de las emociones. En otras palabras, la libertad individual en las relaciones tiene un gemelo malvado en la restricción individual de las emociones.
Para aquellos para quienes la libertad individual en las relaciones es lo más valorado, puede valer la pena el control individual de los celos que resulta de poner el amor en el libre mercado.
Y, los que no quieren tener celos no encuentran en la literatura consejos sobre qué enfoques aumentan o disminuyen la probabilidad de tener celos en el poliamor. No hay herramientas que sean proporcionadas más allá del trabajo individual en las emociones sobre cómo manejar los celos para aquellos que queremos un enfoque del poliamor más comunal y menos individualista. Así que, basándonos en los principios sociológicos de cómo funcionan las comunidades, podemos derivar al menos algunas ideas iniciales para soluciones sociales para el problema de los celos en el poliamor.
Primero, mientras que más se cree un sentimiento de “nosotros” dentro de las redes sociales, más confianza y menos celos van a ocurrir entre sus miembros. Esto es más fácil en un pequeño número de miembros (enfrentemoslo, la solidaridad es muy fácil en una familia de tres personas), pero puede ser aplicado a un quinteto o incluso a grandes redes sociales. Una forma de promover un sentido de algo más grande que la suma de sus partes es a través de valores compartidos (más allá del individualismo) o incluso mejor, tener una meta en común. Contrasten las comunas de “hacé la tuya” con aquellas que tenían una meta de servicio compartida; estas últimas duraban más tiempo y tenían un sentido de compromiso y confianza entre sus miembros, por ejemplo Camphill Village.
Segundo, podemos reducir los celos haciendo que sea la responsabilidad de todos apoyar y reconocer todas las relaciones existentes dentro de la comunidad. Los expertos del poliamor aconsejan a una persona celosa que recurra a su pareja para darle seguridad de que su relación es importante. Pero las investigaciones de redes sociales indican que las díadas necesitan apoyo de las redes en las que están incrustadas; apoyo que muestre que su relación es reconocida y valorada. Los expertos en el poliamor dicen que el propósito de conocer a la pareja de tu pareja es para calmar tus propios celos o para averiguar si de casualidad te gusta esa persona (una vez más, el individualista, ¿qué gano yo?) Pero desde un punto de vista social, el propósito de conocer a la pareja de una pareja es hacer una contribución para reducir los celos en tu comunidad dejando saber a la persona que reconocés y valorás la relación que tiene con tu pareja. Un sentido de seguridad en la relación depende de que la comunidad apoye la relación, y cada persona pude contribuir en ese esfuerzo, y recibir sus beneficios.
El común denominador es lo social en lugar de la responsabilidad personal. Vernos a nosotros mismos como parte de un sistema más grande (ya sea de tres o de 300 personas) lleva a que tomemos una responsabilidad social. ¿Podemos resolver el problema de los celos del poliamor? Quizás, quizás no. Pero lo que podemos hacer es dejar de pretender que no sabemos de dónde surgen los celos.
Fuente:http://www.salon.com/2014/07/14/jealous_of_what_solving_polyamorys_jealousy_problem/
Traducción: Amor Libre Argentina